Los ladrillos tienen historias que contarnos
Oiremos a los ilustres consejeros del Presidente: “El 28% del país pertenece a una docena de indios. ¡Inadmisible! ¡Injusto! ¡Aberrante!”. Nunca dirán, claro está, ¡que el 60% de la tierra pertenece a menos del 1% de la población!
Alfredo Molano
El problema de la vivienda en Colombia es un flagelo histórico, de carácter no solo económico, sino predominantemente político. Las protestas por los desalojos son un síntoma de un país donde la tierra como tema político, social y de interés nacional se ha olvidado, y ni que decir de las reformas agrarias prometidas por todos los gobiernos en décadas pasadas ( y en el presente mandato uribista si que más ) las cuales se quedaron en veremos, o pensándolo dos veces, quizás NO, pues estamos experimentando contrarreformas agrarias como la que actualmente vemos, donde los “paras” se quedaron con los mejores terrenos del país…tierritas que ya pueden disfrutar, pues como en este país ¡ya no existen paramilitares¡
Hoy en día la tierra, y su expresión urbana en el problema de la vivienda, aún siguen inspirando movimientos de resistencia. Las urbes colombianas, donde el fenómeno de la urbanización se originó por migraciones campesinas atraídas por el desarrollo industrial de las capitales, pero además, por la Violencia vivida en los campos, donde muchas familias escaparon de la confrontación de los rojos contra los azules y los azules contra los rojos (pueblo contra pueblo) están en crisis. Hoy, 2007, 30 de octubre, a las 9:11 de la noche, esa historia sigue marcada con la V mayúscula de la violencia (que se ha perpetuado generacionalmente), y las ciudades siguen creciendo, en un proceso silencioso, pues este poblamiento protagonizado básicamente por desplazados y desterrados de las regiones ricas de Antioquia se ubica en zonas periféricas, invisibles para los ciudadanos que montan en el Metro de Medellín ¡pura calidad de vida!
Armando sus ranchos, utilizando modelos de solidaridad barrial donde el Estado aparece sólo para derrumbar las casas, los colombianos y colombianas siguen haciendo su propio OKUPA (modelo europeo de toma de lotes y viviendas abandonados) con la creatividad criolla y el sudor por un mejor mañana. Aun hoy, como lo vemos en el video de la comunidad bogotana, las banderas de Colombia adornan los ranchos y sirven como armas simbólicas contra la presión y abuso de la fuerza pública. Tal y como lo describió William Estrada en su libro Somos Historia, donde recupera a través de la historia oral la memoria del Barrio El Popular en la zona nororiental de Medellín, estos procesos nos muestran que la historia de los barrios populares, es un relato de luchas y resistencias de los más pobres, aún en contra de todo el abandono estatal.
Historias de los sectores populares, que no están en las estanterías de las bibliotecas universitarias, ni en los manuales escolares, ni en la prensa, que al parecer sólo aparecen en las voces de los protagonistas, de los luchadores y luchadoras. Bien lo dijo Carlos Rodríguez: “lo único que la dominación les ha dejado a los pobres son sus sueños y sus palabras”.
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